Empecinado

Por Arturo Ortega Morán

«El terco que se empecina, al fin encuentra la mina». Así reza un refrán que recoge una palabra que fue de lodo y que la alquimia del lenguaje hizo de oro. Esta es la historia:

En la provincia española de Valladolid, hay un antiguo pueblo llamado Castrillo de Duero que moja su tierra con las aguas del río Botija. Son aguas que fluyen sin prisa y esta mansedumbre ha dejado que balsas de cieno negro se formen en su rivera. Estos cúmulos de lodo negro conocidos como pecinales, fue razón para que desde muy antiguo, a los nacidos ahí despectivamente los llamaran los empecinados, que sería algo así como ‘los enlodados’. Pues bien, de esta suerte fue Juan Martín Díez que al ser oriundo de estas tierras, pasó a ser otro ´empecinado´ como todos sus coterráneos.

En plena madurez, tocó a Juan Martín vivir el momento histórico en que las tropas de Napoleón, a principios del siglo XIX,  invadieron España. No dudó nuestro personaje en tomar las armas y defender la soberanía de su país. Pronto, su inteligencia, arrojo y terquedad lo llevaron a conseguir grandes victorias contra el ejército invasor. Esto lo convirtió en héroe popular a quien todos conocían como El Empecinado y al poco, el mote pasó a todos los patriotas que combatían a su lado, entonces los empecinados eran vistos con admiración.

Cuando terminó la guerra con Francia y el rey Fernando VII pudo recuperar su trono, El Empecinado fue ascendido a mariscal de campo. Parecía que todo iba bien para él, pero poco le duró el gusto. Cuando el rey despreció el orden constitucional que había jurado y restableció el absolutismo, Juan Martín volvió a tomar las armas, ahora contra el rey.

El Empecinado pintado por Goya

Fernando VII, tratando de recuperarlo para su causa, le ofreció un millón de reales y el título de conde para que se pusiera a su servicio. El Empecinado que era un hombre de convicciones respondió:

«Díganle al Rey que si no quiere la Constitución, que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos».

El rey nunca olvidó el agravio y lo persiguió hasta encarcelarlo en el pueblo de Roa, donde hubo de soportar vejaciones, humillaciones y finalmente fue ejecutado en la horca. «¡¿Es que no hay balas en España para fusilar a un general?!». Fue el último grito de Juan Martín.

Acabaron con la vida de El Empecinado, pero no con la profunda huella que dejó en la historia de España. Como un eterno homenaje, el lenguaje popular convirtió su mote en la palabra “empecinado”, que hoy es cualidad de «obstinado, terco y pertinaz», así como fue Juan Martín Díez.

Así que ya ves, en el lenguaje sí existe la alquimia…. que pudo convertir una palabra de lodo en una palabra de oro.


4 comentarios on “Empecinado”

  1. Hugo dice:

    Sin ánimo de contrariar a nadie expongo lo que yo sé acerca del origen de la palabra empecinado. En un programa de televisión en el que participaban, entre otros, Arrigo Cohén, esuché (o recuerdo haber escuchado, porque de esto hace muchísimo tiempo), que la palabra empecinado se forma a partir de la palabra pez; y que pez designa a cierta resina natural de algunos troncos de árbol a los que se adhiere muy fuertemente. La fuerza con que esa resina que se llama pez se adhiere a los troncos de madera dio origen a la palabra empecinado.
    Desgraciadamente no recuerdo si fue Arrigo Cohén o alguna otra persona de los que participaban en el programa quien expresó esta idea.
    Finalmente les agradezco los envíos que constantentemente me hacen. Los leo con atención y los comento entre mis amigos y familiares. Gracias. Y suerte. Hoy y siempre.

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  2. Anónimo dice:

    HAZ ALGO CONTRA EL SPAM, SUPRIME ESE MENSAJE DE UN GRINGO LOCO, POR FAVOR. NO DEJES QUE ARRUINEN TU EXCELENTE BLOG.
    ————

    Me encantó el artículo. Me gusta más tu versión que la de quien te escribió. Aunque ambas no tienen por qué ser contradictorias ni excluyentes. Sólo apunto que por descuido escribiste mal la palabra pecinal. Gracias y sigue con el buen trabajo, saludos desde Montevideo

    pecina2.

    (Del lat. picĭna, t. f. de -nus; de pix, pĭcis, la pez).

    1. f. Cieno negruzco que se forma en los charcos o cauces donde hay materias orgánicas en descomposición.

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  3. Elena dice:

    Conocía la historia de «El Empecinado», pero creía que su apodo se lo debía a su actitud, no que la palabra ganara un nuevo significado a partir de su justificada terquedad. Su figura es un triste ejemplo de cómo se trata en demasiadas ocasiones en mi país a las personalidades de más valía, me alegra saber que el pueblo lo honrara enriqueciendo así nuestra lengua. Si consultan las palabras «empecinado» y «empecianarse» en la edición en línea del diccionario de la RAE verán que Don Arturo tiene razón y que, además, existe la otra acepción de empecinado » untado de pez» y «empecinar» (untar con pez). Me ha llamado la atención que María Moliner en su diccionario recoja «empecinarse», con el sentido de «obstinarse» como palabra propia de Hispanoamérica, quizá sean ustedes y no nosotros, quienes honraron a Juan Martín dandole esta nueva vida a través de la lengua.Un saludo y, una vez más, muchas gracias, Don Arturo.

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