Villamelones

Por Arturo Ortega Morán

En los toros, en el futbol, en el teatro y en general en todo tipo de espectáculos, nunca faltan los “expertos” que se nutren de la esperanza de que los demás los tengan por eruditos. Para conseguir esto, con soltura expresan sus opiniones y, para su mala suerte, lo hueco de sus razonamientos suele hacerlos caer en lo ridículo. Estos personajes, fáciles de detectar, desde mediados del siglo XIX son llamados villamelones.

¿Y de dónde surgió tan curiosa palabra?

La historia empieza en España, en donde, a fines del siglo XVIII o quizá principio del XIX, les dio por llamar melones a los tontos, acepcion que se conserva en el diccionario. El ingenio popular creó el hipotético pueblo de Villamelón, de donde provendrían estos personajes que siendo rústicos e ignorantes, intentaban incorporarse a la “culta” sociedad española de aquel tiempo. Cuando alguien, queriendo hacerse notar, externaba opiniones evidenciando su ignorancia, de inmediato se decía: “Este viene de Villamelón”.

Una referencia a este hecho, lo encontré en la revista Madrid Cómico, en la edición del 13 de mayo de 1883. A manera de epigrama, acompañando a un dibujo en donde se ve desfilar a un grupo de personajes rústicos, se lee lo siguiente:

´Semos´ de Villamelón

No sabemos ´escrebir´

Venimos a la ´junción´

¡Nos vamos a divertir!

Por la misma época, existió en Madrid una revista taurina llamada La Lidia, en la que escribía un personaje que se firmaba como D. Jerónimo y que, en realidad, era el Director de esta publicación (D. Antonio Peña y Goni); él es quien promovió el término villamelón, para criticar a los aficionados que a su juicio, no sabían apreciar el arte del toreo. En la edición de La Lidia del 18 de octubre de 1886, escribió un artículo jocoso al que tituló Los aficionados de Villamelón. Lo empezó así:

Hay en España un pueblo verdaderamente notable, cuyos habitantes forman, a manera de los bohemios, tribus nómadas que se desparraman por toda la Tierra…”.

Luego, en otra parte dice:

“Lo más asombroso de Villamelón, es la extraordinaria fecundidad de sus mujeres…”.

Justificando con esto la abundancia de tales especímenes. También aclaró:

“El rasgo característico de los de Villamelón, es querer hablar de todo y entender todo, sin haber estudiado nada”.

En la edición del 10 de abril de 1887, D. Jerónimo contó que el periódico mexicano La Sombra de Pepe Hillo, en la edición del 30 de enero de 1887, reprodujo su artículo Aficionados de Villamelón. Esto puede explicar cómo es que se difundió la palabra en nuestro país, porque incluso para 1894, apareció un articulista taurino que escribía en el diario mexicano El Puntillero; y que se firmaba con el seudónimo de Villamelón, siendo su nombre: Antonio Hoffman (hijo).

Del toreo, la palabra pasó: al teatro, al cine, al futbol y a todo tipo de eventos en los que nunca falta el que, por hacerse notar, habla sin poner substancia en sus opiniones, como lo hacían en España, los imaginarios habitantes del hipotético pueblo de Villamelón.