De tránsitos y policías

Por Arturo Ortega Morán

 

Al menos en México, a los agentes encargados de vigilar el tráfico vehicular cada vez es más común que los llamemos tránsitos. Como este uso no está contemplado en el diccionario, muchos consideran que esto es un barbarismo y que lo apropiado es referirse a ellos como agentes de tránsito. Lo que pocos saben, es que la misma barbaridad se cometió durante años con los policías, a quienes siempre debimos nombrar, para no pecar de bárbaros, agentes de policía.

 

De la palabra griega polis que significa “ciudad”, nacieron voces como “politiké”, que se refería al “arte de vivir en sociedad” y de donde nacería “política” y sus derivados; del mismo origen es politeia que se refería a las reglas de convivencia entre los ciudadanos, de ahí pasó al latín como politia y luego al castellano como  policía, manteniendo el significado de ´buen comportamiento´. En la primera edición del diccionario, la de 1737, así se definía:

 

 Policía: La buena orden que se observa y guarda en Ciudades y Repúblicas, cumpliendo las leyes u ordenanzas, establecidas para su mejor gobierno. Vale también cortesía, buena crianza y urbanidad en el trato y costumbres”.

 

Luego a los cuerpos encargados de cuidar el orden público, se les conoció como cuerpos de policía.  En la edición del diccionario de 1884,  se agregó esta definición:

 

Policía: Cuerpo encargado de vigilar el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos, a las órdenes de las autoridades políticas”.

 

Los integrantes de dicho cuerpo, eran los agentes o guardianes de policía, pero el habla popular, que a veces se rige por la ley del mínimo esfuerzo, los llamó simplemente policías.  Al principio, no faltaron los académicos respingones que hicieron notar esta aberración lingüística, como Joaquín García Icazbalceta, que en su inconcluso Vocabulario de mexicanismos que escribió poco antes de morir, allá por 1890, en la entrada canalla escribió:

 

Canalla: Es nombre colectivo, y no admite plural, como lo dice expresamente el Diccionario: «Esta voz no se puede usar en plural, sin que sea barbarismo». Los que a uno de la canalla llaman canalla, son tan bárbaros como los que a un individuo del cuerpo de policía le llaman  policía”.

 

Para el pueblo, que no tenía tiempo ni ganas de hacer análisis lingüísticos, los policías siguieron siendo policías y con el paso de los años, ya a nadie le pareció extraño  y este uso se generalizó. Aunque en la edición del Diccionario de 1914, con timidez se aceptó agente de policía como una acepción de policía, fue apenas hasta la edición del 2001 cuando el diccionario incluyó:

 Policía:  Cada uno de los miembros del cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público”.

 

No hay duda, es la fuerza del uso la que marca el paso en el desarrollo del lenguaje y, el diccionario, tarde o temprano termina por alinearse. Por eso me atrevo a hacer la siguiente profecía:

 

 Llegarán días en que, en las hojas del diccionario, nuestros ojos podrán leer: “tránsito: Cada uno de los miembros del cuerpo encargado de vigilar el cumplimiento de los reglamentos del tráfico vehicular”.

 

Será hasta entonces que los bárbaros de hoy… serán perdonados.