No le hace que nazcan chatos, con tal que “resollen” bien

Por Arturo Ortega Morán

soploLa primeriza madre sintió que el mundo se le venía encima cuando le dieron la noticia, su bebé había nacido con síndrome de Down. En cuanto pudo, hecha un mar de lágrimas se abrazó a su padre y le contó el infortunio de su pequeño. Con el aplomo y sabiduría que suelen tener los hombres que se han fraguado en el campo, el padre solo le hizo una pregunta “¿resolla?”, “Sí, papá”, contestó la afligida madre, “tons, no pasa nada mi´ja; no le hace que nazcan chatos, con tal que ´resollen´ bien”.

Muy pintoresco este resollar que viene del latín resufflare ´resoplar´ y que significa  ´respirar fuerte y con algo de ruido´, nos hace apreciar la profundidad y sencillez de la lógica del padre y del refrán citado: “si el niño ´resolla´ (no tenía él por qué saber que lo correcto es resuella), entonces está vivo y mientras así sea, tendrá sueños y oportunidades”.

No pude evitar que esta breve historia me conectara con otras muy antiguas, que se escribieron cuando nuestros ancestros trataban de explicarse el aire y el viento. ¿Qué era eso que no se veía, pero se sentía? ¿Qué era aquello que fluía, a veces suave y a veces violento? ¿Acaso el soplo divino de un ser superior? Y ¿Por qué se necesitaba para vivir, acaso los dioses habrían puesto en este elemento la esencia de la vida? Cavilaciones como estas forjaron creencias que dejaron profundas huellas en el lenguaje; tal vez si las seguimos, nos lleven por caminos interesantes ¿me acompañan?

En indoeuropeo, que fue lengua madre del latín y de muchas otras, para decir ´respirar´ se usó una primitiva palabra que debió sonar algo así como *an∂ (el * significa que es una palabra teórica). De ahí, para decir ´viento´, en sánscrito se dijo anila y en griego anemos, por eso hoy el anemómetro es el instrumento que sirve para medir la velocidad del viento. Es de anotar que, en ambas palabras, encontramos ese par de letras primigenias “an”, como también están en el nórdico antiguo andi que significaba ´aliento´.

En latín, el mismo par de letras dio origen a animus ´aliento´; y a anima que primero fue ´soplo, respiración´, pero después, por la creencia de que en el aire estaba la esencia de la vida, también pasó a significar lo que hoy en castellano entendemos como ´alma´, (anima > anma> alma). Otra consecuencia de esta suposición, fue que a todos los seres que resollaban y por lo tanto tenían ánima, se los llamara animales. Luego, se pensó que al morir un ser, su ánima lo abandonaba y se iba a… bueno, de esto cada religión dice tener la historia verdadera.

La mítica relación entre el trinomio aire-vida-alma, la encontramos en otras palabras, como spirare otra forma para en latín decir ´soplar´ y spiritu ´soplo´. Este primitivo significado que involucra ´aire o esencia gaseosa´  se guarda en las voces castellanas respirar, inspirar y también lo evocamos cuando hablamos de ´bebidas espirituosas´. Pero, las mismas creencias que ya comentamos, llevaron a que espíritu también pasara a significar ´alma´, así como expirar ´expulsar la fuerza vital, o sea, morir ´.

ambién en griego hay un paralelismo, psychein significa ´soplar´ y, por las mismas razones, psyke tomó el significado de ´alma, principio vital´, de ahí se acuñó psicología, para nombrar a la ciencia que, en origen, era el estudio del alma.

Hoy ya conocemos la naturaleza del aire y de las fuerzas que lo mueven para formar vientos de distintas magnitudes. Hoy ya sabemos que no está en él la esencia vital que imaginaron los antiguos, pero también nos consta que lo seguimos necesitando para respirar y mientras podamos hacerlo, aquí estaremos, persiguiendo sueños, hasta que llegue el día en que dejemos de resollar.