Historia de amor

El origen de la palabra amor hay que buscarlo en tiempos muy remotos, cuando no había más lenguaje que primigenios fonemas. *Ma es el natural sonido que haría un bebé al extender sus labios al frente para expresar su deseo de ser alimentado. Siendo la madre la primera fuente de alimento y afecto, en ese *ma se encerrarían ambos conceptos. El origen fisiológico de esta sílaba, explica porqué en lenguas tan distantes la palabra para referirse a la mamá es tan parecida. En hebreo íma, en quechua mama, en chino mama… solo por mencionar algunas. De la misma raíz nacería el verbo amar, que en principio guardaba el afecto maternal, pero que luego extendería su significado para nombrar a otros sentimientos, como la amistad (derivada de la misma raíz) y desde luego, el amor de pareja.

A ese momento en que un hombre y una mujer se sentían atraídos, los romanos lo explicaban con la intervención de Cupido, ese niño con alitas y encuerado que se entretenía lanzando flechas para dar inicio a una historia de amor.

A partir de ese momento, el varón se convertía en pretendiente e iniciaba el cortejo. Pretendiente viene del latín prae (al frente) y tendere (aproximarse); o sea… es el que se tendía sobre la muchacha. Cortejar, es esa actitud que busca halagar mediante regalos y atenciones, como sucedía en las cortes reales en las que los cortesanos trataban de quedar bien con el mandamás mediante cortejos. La palabra corte, en este sentido, viene del latín cohors, palabra que encierra la idea de un lugar cerrado y separado, en este caso, de la chusma. Palabras de la familia, como cortesía y cortés, conservan la idea de que la corte era lugar de buenos modos y gente educada, aunque el hecho de que cortesana también signifique «mujer  de costumbres libres», nos habla del papel que las damas de la corte jugaban en ese embrollo. El lenguaje es muy chismoso.

Ya metidos en esa “trampa” de la naturaleza, el galán pasaba a pedir la mano de la muchacha. Esto despierta nuestra curiosidad  y nos preguntamos ¿por qué sólo la mano? La respuesta está en el antiguo derecho romano. En esta sociedad manus tenía el sentido de patria potestad o tutela; y las mujeres siempre tenían que estar bajo la manus de un tutor. Naturalmente, en sus primeros años estaban bajo la manus del padre y cuando se casaban, quedaban bajo la manus del marido. De modo que cuando el varón pedía la manus de la chica, en realidad lo que solicitaba era la tutela para hacerse cargo de ella y de sus asuntos.

Si todo salía bien, quedaban comprometidos y los jóvenes se convertían en esposos, voz que viene de spondere (prometer).  Aquí hay que resaltar que en origen los esposos no eran los que estaban ya casados, eran los que estaban comprometidos; concepto que sobrevive en la palabra esponsales (promesa).

Después de un tiempo, se efectuaba la ceremonia en que la pareja se juraba amor eterno, es decir, hacia sus votos que en latín se decía votum y en plural vota, de esta voz nació la palabra boda, que en rigor debería escribirse “voda”, pero la ortografía no sabe de historia. Todos felicitaban a la nova nupta(nombre latino para la nueva casada); de nova y novus surgió la palabra novios. Es de anotar la curiosidad de que en su origen latino, los esposos eran los comprometidos a casarse y se convertían en novios en el momento en que se casaban. Lo contrario de lo que ahora entendemos.

Después de la boda, la pareja se establecía en su casa y por eso se decía que ya estaban casados. Vivían felices para siempre, o al menos eso intentaban,  hasta que eran separados por la muerte… o por el divorcio, que etimológicamente es divergir, es decir, “dar  vuelta en diferentes direcciones”. Y colorín colorado, esta etimológica historia de amor se ha terminado.