¡Aguas!

Por Arturo Ortega Morán

¡Agua va!

Desde muy temprano, los mexicanos aprendemos que para avisar a alguien de algún peligro, nada mejor que el grito ¡Aguas!

También decimos:¡échame aguas!, para  pedir a alguien que nos advierta si corremos algún riesgo. Pero, ¿qué tiene que ver el agua con la presencia de algún peligro?

Para entender el origen de esta expresión, nada mejor que ir de turistas a la España medieval y, en una fresca mañana, caminar por alguno de sus pueblos, aspirando ese relajante olor de las calles terreñas humedecidas por el rocío matinal.

De repente, como si alguien quisiera despertarnos de un sueño, una ventana se abriría y un grito rompería la tranquilidad matinal ¡Agua vaaa!

Enseguida, si nuestros reflejos no respondieran con satisfacción, nos hallaríamos escurriendo de pies a cabeza y no precisamente de agua. Los fétidos olores del baño recibido pronto nos enterarían de la cruel realidad.

Huella de esta costumbre la encontramos en el Diccionario de 1726 en el que dice:

¡Agua va!: Señal o palabra con que se avisa a los que pasan por la calle, que se arroja por las ventanas o canalones alguna agua o inmundicia.

Un siglo atrás, en 1627, Gonzalo Correas en Vocabulario de refranes y frases proverbiales, nos explica una expresión que derivó de esta costumbre:

Rocía que puede decir agua va: Se dice del grosero hablador, que con chispas de su saliva da a los otros en la cara; de tal también se dice que «Habla kon perdigones».

Esta práctica, que no fue exclusiva de España, fue factor importante en las pandemias que azotaron a los países europeos en aquellos años. Hoy las cosas han cambiado, ya podemos hacer turismo por los países europeos sin temor a recibir un pestilente baño. En las ciudades  ya contamos con drenaje sanitario y ya no arrojamos inmundicias por las ventanas. En ambientes rurales se usan las letrinas, que nada tienen que ver con letras, lo que pasa es que es una derivación de la palabra “latrina”, que a su vez es una contracción de “lavatrina” (de lavar).

En ambientes urbanos usamos los “inodoros”, llamados así porque ya no huele feo, salvo nada honrosas excepciones. También los llamamos “escusados”, que viene de “escusa”, que a su vez procede del latín “absconsus” que significa “escondido”. Así que los escusados son los “escondidos”, lugares que se instalaban en lo más recóndito de las casas para que el usuario pudiera hacer sus necesidades con cierto grado de privacidad y los olores resultantes quedaran lo más lejos posible.

El uso de la expresión “¡Agua va!”, en su significado original, dejó de tener sentido. No obstante, como huella de aquel antiguo rasgo cultural, cuando algo ocurre sin previo aviso decimos que ocurrió “sin decir ¡Agua va!”; y de ahí también  quedó que cuando los mexicanos queremos advertir de algún riesgo, gritemos  “¡Aguas!”.