Pantalones

Por Arturo Ortega Morán

Por mucho tiempo, los pantalones fueron símbolo de hombría. De esa lejana etapa nos quedaron frases como: “Llevar los pantalones”,  para dejar claro quién manda en casa; y “Fajarse los pantalones”, es agarrar entereza para enfrentar una dificultad, así como “Tener pantalones” es tener valor. Un mal día, las damas decidieron incluir estas prendas en su atuendo y nos echaron a perder la fiesta; ahora cuando decimos que en casa “nosotros llevamos los pantalones” corremos el riesgo de que nos digan: “los llevarás a la tintorería”. En fin, ya nos vamos acostumbrando a que las damas, cada vez más, incursionen en las cosas que antes nos eran exclusivas. Pero, volvamos con los pantalones y a la historia de esta palabra. Todo empieza con San Pantaleón de Nicodemia , un mártir cristiano que fue decapitado en el año 305 de nuestra era.

En la Edad Media, los venecianos dominaron el comercio en el Mar Mediterráneo y en sus correrías por tierras turcas, supieron de este santo y le tomaron devoción. Pronto, San Pantaleón se convirtió en el santo patrono de Venecia y le fue construido un gran templo llamado Templo de San Pantalón, pronunciación que se le dio en dialecto veneciano. Tanta promoción dieron los de Venecia a este santo, que eso les valió el mote de “los pantalones”. Además del santo, los venecianos se llevaron de Turquía la vestimenta, que en ese entonces eran unos calzones largos y entallados en los que predominaba el color rojo.

Esta prenda les fue tan característica, que se convirtió en su vestuario típico. En el siglo XVII, se popularizó un tipo de teatro llamado Commedia dell´ Arte; en la que uno de los personajes principales era la caricatura de un veneciano, por supuesto que con calzón rojo y, para que no quedara duda, se llamaba  Pantaleón. Esto acrecentó la fama de la prenda y del nombre en muchas regiones de Europa. Cuando poco después, esta prenda se puso de moda en Francia, por influjo del personaje teatral se le llamó pantalón. Del francés, la palabra pasó al castellano ya casi a fines del siglo XVIII. Era una prenda exclusivamente masculina y por eso fue que se convirtió en símbolo de hombría.

Una curiosidad de esta palabra, es que por tener la prenda dos piernas, irregularmente se pluralizó. Por eso igual decimos: “se me rompió el pantalón” o “se me rompieron los pantalones”, aunque se trate de una sola prenda.

Pantaleón de Nicodemia, aquel mártir turco cuyo nombre significa ´todo misericordioso´, nunca imaginó que su nombre se guardaría en una prenda de vestir, que alcanzaría mayor celebridad que su santidad.