A Dios rogando, con la cabeza pensando y con el mazo dando

Por Arturo Ortega Morán

Hay deseos y hay anhelos. Parecen lo mismo, pero no lo son. Se gestaron en diferente cuna. Los deseos nacieron de la esperanza, los anhelos del afán. Esta historia, que es lección, nos la cuenta la etimología.

La angustia que provoca la incertidumbre de la vida, nos hace pedir la protección de los dioses y a ellos encomendamos nuestro porvenir. En otro tiempo, estos seres superiores fueron las estrellas —sideris en latín—, de ahí las voces desiderare ´desear´ y desiderium ´deseo´, una huella viva de cuando las cosas se pedían y se esperaban de las estrellas ´de-sideris´ . De esta naturaleza son las esperanzas, de las que Aristóteles dijo que son los sueños de los hombres despiertos. La palabra se formó de la antigua raíz *spei ´extendido´, como espalda, espada y espátula, objetos extendidos. En la esperanza y en la espera dejamos que se extienda el tiempo con la ilusión de que en algún momento llegará eso que esperamos. En el deseo y la esperanza no hay lucha, no hay sudor, solo paciencia y fe de tener lo que se quiere.

Muy distintos son los anhelos, del latín anhelare ´respirar con dificultad´, fue después que pasó a significar ´perder el aliento por el esfuerzo hecho para conseguir algo´. Así también son los propósitos, de propositum palabra compuesta de pro ´hacia adelante´ y positum ´puesto´, literalmente ´poner algo en el futuro´, lo que hoy llamamos establecer objetivos o metas y caminar hacia ellos.

Como se ve, desde siempre han existido dos modos para aspirar a lo que queremos: En uno están los deseos y las esperanzas, son la confianza de que el destino se apiadará de nosotros y nos concederá lo que añoramos. Muy distintos son los anhelos y los propósitos, en ellos hay compromiso, disposición para esforzarnos y dar la pelea, entregamos el alma para conseguir lo que deseamos, ¿se ve la diferencia?… creo que sí. Mmmm… tal vez podríamos hablar de un tercer modo, mejor que los dos anteriores, es la mezcla de ambos y que con mucho tino se resume en el dicho “A dios rogando y con el mazo dando”.

Una buena idea es convertir nuestros deseos en proyectos —del latín proiectus ´lanzar hacia adelante´—. La experiencia nos dice que para conseguir el éxito, debemos asegurarnos de contar, por lo menos, con estos cinco elementos: Un plan, la motivación, los conocimientos necesarios, los recursos y desde luego, la acción.

Cuando vamos tras una meta, podemos estar motivados, saber lo que se necesita, tener lo recursos necesarios y ponernos en acción, pero si falta el plan el resultado será la confusión, lo que de otro modo se dice ´dar palos de ciego´.

Si tenemos el plan, los conocimientos, los recursos y la acción, pero no estamos realmente motivados, el resultado será lento, cansado y no disfrutaremos lo que hagamos.

Podemos tener un plan, estar muy motivados, tener los recursos y mucha acción, pero si nos faltan los conocimientos el resultado será una desesperante ansiedad, el clásico ´quiero, pero no puedo´.

Qué triste es cuando ya contamos con un plan, estamos supermotivados, sabemos cómo, estamos puestos y dispuestos para la acción, pero no tenemos los recursos… el resultado es: la frustración.

¡Cuántos proyectos han muerto, por falta de acción! Se tiene el plan, se tiene la motivación, se tienen los conocimientos y los recursos, pero nos quedamos paralizados y no pasamos a la acción… en esos casos, todo queda en un sueño. Definitivamente, lo mejor es contar con los cinco elementos.

plan

En fin, espero que el año que empieza sea bueno para todos, ojalá que podamos hacer de cada sueño un propósito y así será más probable que los traigamos a la realidad . Para mejores resultados, vale actualizar el viejo refrán y dejarnos llevar por él: “A Dios rogando, con la cabeza pensando y con el mazo dando”.

¡Feliz año nuevo!