Pepe y Paco

Por Arturo Ortega Morán

En el lenguaje familiar, para demostrar afecto a nuestros allegados solemos usar hipocorísticos. Es decir, formas abreviadas y cariñosas para nombrarlos. A un Rafael solemos decirle Rafa, a una Teresa Tere, a Guadalupe Lupe o Lupita, y así podríamos llenar un libro de ejemplos. En muchos casos, la forma en que se desprende el hipocorístico del nombre es muy obvia, como en los ejemplos mencionados. Pero, ¿de dónde sale que a José hay que decirle Pepe? Y ¿por qué a Francisco le decimos Paco?

Una hipótesis acerca del origen de Pepe propone que en tiempos antiguos, cuando se hacía referencia a San José, en latín, decían Jesus Christi Pater Putatibus, que significa padre putativo (adoptivo) de Jesucristo. Con el tiempo, los copistas usaron la abreviación JHPP y después PP. De esta abreviación, dicen, saldría el hipocorístico Pepe.

El más probable origen

A los Pepes, que no les hace mucha gracia su relación con el término putativo -por aquello de los albures-, les tengo una buena noticia: es más probable que el origen de Pepe, como casi todos los hipocorísticos, esté en el ambiente familiar y es fácil de entender cuando sabemos que, en la antigua España, el nombre era Josepe, variante de la forma italiana Giuseppe, como se lee en el siguiente texto del año 1400; en un castellano antiguo pero que más o menos se entiende:

«…E pasaron omnes mercadores; e corrieron, e alçaron a Josepe del pozo, e vendieron a Josepe a los Moros por veynte pesos de plata».

Bueno, por si las moscas”, esto hoy se escribiría:

«…Y pasaron hombres mercaderes; y corrieron, y alzaron a Josepe del pozo, y vendieron a Josepe a los Moros por veinte pesos de plata».

Entonces, no es difícil imaginar a un niño pequeño llamado Josepe, que apenas empiece a hablar y que al querer decir su nombre pronuncie Pepe. Los padres, con solidaridad y de cariño, lo seguirían llamando así. De modo que Pepe, sería más bien la pronunciación infantil de Josepe. La misma explicación funciona para Chepe, que se usa en algunos lugares y que no puede explicarse por la expresión latina.

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Y del origen de Paco como hipocorístico de Francisco, también hay una hipótesis, a mi juicio, “muy ojona pá paloma”. Buitrago y Torijano, filólogos españoles, apoyan la idea de que Francisco en tiempos pasados se escribía Phrancisco y con el afán de «ahorrarse tinta», los escribanos usaron la abreviación  Phco. De ahí, con solo intercalar una «a» para hacerlo pronunciable, surgiría el hipocorístico «Paco«. No obstante, yo coincido con quienes califican esta explicación de descabellada. Una «eMITOlogía» más.

El más probable origen

Otra vez hay que volver al ambiente familiar y buscar a un pequeño Francisco y hacerlo pronunciar su nombre. Nada raro sería que dijera algo así como Paquico. Los padres, de cariño lo seguirían llamando así. Pero al dejar de ser pequeño, a  Paquico ya no le haría mucha gracia que le llamen de una forma que parece un diminutivo y menos delante de sus amigos. Entonces, tratando de darle su lugar al muchacho, los padres quitarían la apariencia de diminutivo a Paquico llamándolo Paco. Este efecto lo vemos en otros nombres, como en  Benito que, cuando crece, solemos llamarlo  Beno; o en el pequeño Ramóncito  que al pronunciar su nombre diría Monchito pero al crecer pasa aser Moncho. Así, por mecanismos similares, para Francisco podríamos explicar otras variantes como Pancho y Patico.

Estas historias nos enseñan que si hay que explicar el origen de los hipocorísticos, o nombres de cariño como mejor nos gusta decir, hay que hacerlo en el lenguaje infantil del ambiente familiar.