Mascota: hechicera antes que animal

Por Arturo Ortega Morán

¿Quién en algún momento de su vida no ha querido tener una mascota? Aunque perros y gatos son los más solicitados, en gustos se rompen géneros y también hay preferencias por pericos, peces, serpientes, tarántulas y toda suerte de bichos. Es tan usual la palabra mascota, que sorprende saber que apenas se incorporó al diccionario en la edición de 1970, y esto… despierta la promesa de una historia interesante.

De tiempos ancestrales, en tierras germánicas encontramos la palabra masca con el sentido de hechicera, bruja. La palabra fue adoptada por los romanos y también se usó en latín con el mismo significado. Ya sea por esta lengua o directamente del germánico, esta voz llegó al francés y dio lugar a la palabra mascot (bruja) y luego a su diminutivo femenino mascotte que vendría a significar ´brujita´. Con el tiempo, esta voz pasó a nombrar a cualquier persona, animal o cosa a la que se le concedía el atributo de  proporcionar buena suerte, y tratándose de una persona, principalmente mujer, nació el mito de que su propiedad de amuleto terminaría al perder su virginidad.

De esta circunstancia, en el año 1871, Henri Chivot y Alfred Duru publicaron en Francia La Mascotte, historia en la que una campesina llamada Bettina tenía el atributo de ser amuleto. La trama se desarrolla con los apuros de los personajes para que la muchacha pudiera mantener su virginidad y así seguir disfrutando de la buena suerte que les traía.

En el año 1880, Edmond Audran tomó la historia de Chivot y Duru, le puso música y así nació la opereta La Mascotte. La buena música y el buen libreto de la obra, la mantuvieron en cartelera por muchos años y su auge se extendió a tierras españolas y otras ciudades del mundo, incluso se hizo una traducción al inglés que se presentó con gran éxito en Nueva York.

La popularidad de esta opereta fue la causa de que la palabra mascot se incorporara a la lengua inglesa y también al castellano como mascota, al principio con el mismo significado francés. Todavía hoy, en el diccionario de la Real Academia Española, la primera acepción de esta voz es: Persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte.

Fue en la lengua española en la que esta voz sufrió una mutación semántica. Por la antigua creencia de que algunos animales proporcionaban buena fortuna, muy pronto la palabra mascota se asoció con los que servían de compañía en casa. En la primera mitad del siglo XX, ese mito de que los animales son amuletos se fue diluyendo y hoy, al comprar una mascota, ya nadie piensa que por eso podrá sacarse la lotería.

Hechicerías, amuletos, una opereta, supersticiones…  ingredientes que dan un exquisito sabor a la historia de la voz mascota.