Voces del deporte

Por Arturo Ortega Morán

La mayoría de los mexicanos somos deportistas, y no precisamente porque estemos dispuestos a sudar la gota gorda haciendo ejercicio físico; preferimos que otros lo hagan y nosotros simplemente nos divertimos viendo los toros desde la barrera. Alguien se preguntará: ¿y eso es ser deportista? Pues sí, si nos atenemos a la etimología de la palabra deporte. Esta voz tiene origen en el latín deportare, que guarda la idea de llevar a otro lado, como cuando alguien es deportado. En otro matiz, la palabra también tomó el significado de retirarse temporalmente a alguna parte  y casi siempre con fines de esparcimiento para descansar de la agotadora rutina, «echarse una escapadita», diríamos hoy.

Nació así el concepto de deporte, que en su origen era «irse a divertir» y una buena manera de hacerlo, era asistiendo a las diferentes modalidades de competencias de hombres contra hombres, o de hombres contra bestias. Así que las cosas no han cambiado mucho, nos sigue gustando el deporte y hoy hacemos lo mismo asistiendo a los toros, al beisbol, al futbol, al box, etc. Entenderán ahora por qué digo que la mayoría de los mexicanos, somos deportistas.

Esta añeja inclinación por el deporte, por necesidad ha dejado huellas en el lenguaje de todos los días. Del box hemos adoptado expresiones como: me salvó la campana, cuando el reloj nos libra de una situación indeseada; o si desistimos de hacer algo que nos habíamos propuesto, decimos que tiramos la toalla. También, cuando alguien se enfrenta a golpes contra alguien más fuerte o más hábil y queda con la cara hecha un moretón,  entonces se dice que lo pusieron como campeón y es que si bien es cierto que no hay campeón sin corona, tampoco lo hay sin la nariz aplastada. Cuando queremos salir avante de una situación difícil hay que fajarse como los buenos; y cuando  decidimos retirarnos de una actividad, entonces colgamos los guantes.

Los aficionados a la tauromaquia también han aportado una gran cantidad de expresiones: De un principiante que muestra mucho entusiasmo en su trabajo, se dice que tiene ansias de novillero; y cuando alguien o algo está a punto de caducar, es que ya está para el arrastre, como los toros que ya muertos son arrastrados fuera del ruedo. Hay quienes gusta de dar opinión de hechos en los que nunca han metido mano y, el día que lo tienen que hacer, se ponen amarillos del susto al ver que las cosas no eran tan fáciles; a ellos se les recrimina diciéndoles: ¿ves?, no es lo mismo ver los toros desde la barrera. A un recién casado que se apresta a vivir su luna de miel, jocosamente algún amigo le dirá: ¡aguas!, no te vayan a devolver por manso, a lo que el nervioso novio quizá conteste: no, ya sabré cómo entrarle al toro. Es que no es fácil enfrentarse a un astado, por eso a un problema difícil lo llamamos un torito y para resolverlo no hay como aventarse al ruedo; si lo hacemos bien, podemos decir que salimos por la puerta grande, como los toreros que salen en hombros de la plaza tras una tarde triunfal.

Es curioso, pero a pesar de que hoy el deporte de las masas es el futbol, pocas expresiones podemos encontrar relacionadas con este juego. Decimos que nos van a sacar tarjeta roja cuando hacemos méritos para ser echados de un lugar o de una vida. Cuando un vendedor le pone  marca personal a algún prospecto, es porque no piensa dejarlo escapar. Si somos inoportunos, nos recriminan diciéndonos que estamos fuera de lugar y cuando estamos inactivos, en espera de una oportunidad para entrar en acción, decimos que estamos en la banca. A veces, cuando alguien reacciona bien ante un problema, damos nuestro reconocimiento diciéndole bien bajado ese balón; y de un comentario o pregunta con doble intención, podemos decir que trae chanfle.

Los beisboleros también tienen sus aportaciones: cuando alguien llega justo a tiempo a una cita, se dice que llegó barriéndose; y si tenemos un logro relevante nos volamos la barda. Cuando no reaccionamos a tiempo, nos justificamos diciendo que no vimos venir la bola o si simplemente no nos interesa reaccionar dejamos pasar esa bola. De alguien que nació con el sexo que no quería, decimos que batea a lo zurdo, pero al que le da igual ponerse de un lado que ponerse del otro, es que batea por los dos lados. Un buen picher, es el que le encanta «disparar o pichar» los refrescos, las cervezas o lo que sea. Cuando tomar una decisión es difícil pero inevitable, decimos que  estamos en tres y dos, como el bateador que

 ya tiene tres bolas y dos strikes y debe decidir si dejar pasar la bola y correr el riesgo de quedarse con la carabina al hombro o tirar el batazo sin saber que pueda pasar.

 Ya ves, nuestra añeja vocación de deportistas ha salpicado nuestra lengua de expresiones que han nacido de los juegos que nos divierten. Además, ahora podemos afirmar que para ser deportista no es indispensable sudar la gota gorda, lo podemos ser desde las gradas de un estadio o desde un cómodo sillón en casa frente a una televisión…  Y luego hay quien dice que la etimología no sirve para nada.