Ruidos que se convirtieron en palabras

Por Arturo Ortega Morán

“Mire amigo, yo se lo pago al chas chas”. Con esa persuasiva frase y torciéndose el bigote, aquel tipo pretendía convencerme de que le vendiera mi auto, desde luego, a un precio muy conveniente para él. No hicimos negocio, pero  me quedé con su frase que me llevó a pensar en todos esos ruidos que se han convertido en palabras.

Pagar “al chas chas” es pagar de inmediato y en dinero contante y sonante, la expresión intenta imitar el sonido que harían las monedas cuando, con un toque de presunción, una tras otra son puestas sobre una mesa para realizar un pago “¡chas-chas!”. En el lenguaje abundan palabras de esta familia, algunas muy reconocibles y otras que juegan a las escondidas. A estas voces, que nacen de la imitación de un sonido, los letrados las llaman onomatopeyas, nombre griego que se compone de onoma ´nombre´ y poiein ´crear, imitar´; de modo que, literalmente, sería ´nombre creado por imitación´, en este caso, de un sonido.

El “bor, bor, bor” que produce un líquido al brotar, dio origen a borbotón; similar a burbuja, que encierra el “bur, bur, bur” que se oye cuando un líquido hierve y burbujea. El “sorb-sorb” que nos parece oír cuando bebemos un líquido, dio origen a la palabra sorbo.

Al golpear con la mano una puerta, se escucha algo así como “toc, toc” y eso dio origen al verbo tocar, que después ampliaría sus significados. No es raro que nos refiramos al tic-tac de un reloj, para referirnos al ruido que hace este instrumento, como tampoco lo es que digamos “dar un clic” cuando oprimimos la tecla de un ratón de computadora o cualquier otro botón.

De imitar los sonidos que hacen los animales, tenemos muchas voces: aullar y aullido, del “¡auuu!” de un lobo; bufar y bufido del “¡buf!” de un toro enojado; de un gato, cuando hace “miau” quedaron maullar y maullido, pero también ronronear y ronroneo cuando parece que al minino se le enciende un motorcito por dentro.

A las moscas las llamamos así, por el “muzzz” que oímos cuando pasan volando cerca de nuestra oreja; al buey, sin agraviar, le dimos ese nombre por el “buuuu” que algunos oyen cuando “habla” , ¿qué no era “muuu”? Ese es otro punto, al querer imitar el sonido de un animal, no todos lo hacemos igual. Tenemos el ejemplo del gallo, que según los hispanohablantes hace “¡quiquiriqí!, pero los franceses dicen “¡cocoricó!”, mientras que los  anglohablantes prefieren “¡cock-a-doodle-doo!”, ¡vaya, qué complicados!, aunque no menos que los japoneses que dicen “¡kokekokkoo!”. No cabe duda de que, cada oreja es un mundo.

Otras palabras onomatopéyicas, son: gárgara, por el “gar, gar, gar” de cuando las hacemos; y la claqueta, esa que se usa en el cine para dar la señal de que empieza la acción, son dos tablas abisagradas por un extremo y que al sonar una contra otra se escucha “¡clac!”. También, cuando cae una lluvia ligera, decimos que cae un “chipi-chipi”, imaginando que así se escuchan las gotas al chocar con el suelo. Algo así también percibieron los mexicas, porque en náhuatl la raíz chip se asocia con ´agua que gotea´, la encontramos en “niño chipil”, ´llorón´;  en chilpayate de chipilpayatl  ´niño llorón de rebozo´ y también en Chipinque ´lugar donde gotea el agua´. Ya que hablamos de agua, aquí cabe chapotear y chapoteadero, por el “chap, chap” que suena cuando alguien juguetea en un charco o alberca de poca profundidad; aunque a los mexicanos también nos suena “chac-chac”  y por eso decimos chacualear.

Para dar por terminado un asunto, suele decirse «sanseacabó»; esta expresión, en origen no era una sola palabra, se escribía: «¡san!.. se acabó», donde ese «¡san!» trata de imitar el sonido de algo que se cae para ya no levantarse; ahora que, si se levanta, entonces merece un aplauso, que se llama así por el “pla-pla-pla” que suena cuando golpeamos las palmas de las manos.

Esto es apenas una leve muestra de la gran cantidad de ruidos que se han convertido en palabras, ocurre en todas las lenguas y en todos los tiempos, sin duda, es una de las formas más primitivas de construcción del lenguaje. Podríamos seguir escribiendo mucho más sobre este tema, pero si lo hago esto ya no sería una cápsula, así que por hoy ya solo nos queda decir… “tan-tan”.