Todo quedó en agua de borrajas

Por Arturo Ortega Morán

Cuando se desvanece un sueño, un proyecto o alguna esperanza, suele decirse que “todo quedó en agua de borrajas”. La expresión es española y aunque va cayendo en desuso, aún se le mueve la patita.

Las borrajas, Borago officinalis, es una planta que crece abundante en la región del Ebro, en España. Su tallo es ramoso y áspero; al florear, regala unas delicadas florecillas azules que melancólicas se inclinan hacia el suelo, como agobiadas por una tristeza sin remedio.

Quiero creer que hubo días en que estas florecillas crecían erguidas y mirando al sol de frente. ¡Ah qué  buenos tiempos aquellos!, las flores de las borrajas pertenecían entonces a la elite de las flores cordiales, llamadas así por ser alivio de males que atribulaban al corazón. Eran de las hierbas que formaban el arsenal médico de los hombres, quienes aprendieron a usar sus extractos a los que llamaron aguas; así lo demuestra Compendios boticarios, que Alfonso Rodríguez de Tudela escribió en 1515. En una parte, al referirse a las aguas medicinales, dice:

De las aguas usadas: Agua rosada, agua violada, agua dendivia. agua de cicoria, agua de asensios, agua de yerva buena, agua de lupulos, agua de azederas,  agua descaviosa, agua de culantro de pozo… agua de borrajas… agua de cortezas de havas  y de las mesmas.

Hay otra planta a la que llamaron cerrajas, cuya agua nunca demostró ser de utilidad médica. Esto le valió que, desde antiguo, fuera condenada a servir como sinónimo de cosa sin importancia. Así lo registró el Diccionario de Autoridades (1726):

Agua de cerrajas: Se llama a la que se saca de la hierba cerraja, y por ser inútil y de ningún provecho, se suele decir agua de cerrajas por todo aquello que no tiene substancia ni valor, y también cuando se espera alguna cosa y se desvanece, se dice que se hizo agua de cerrajas.

Esta locución, ya se cita en “Pregmática que este año 1600 se ordenó”, donde Quevedo documentó una sarta de expresiones coloquiales de la época. En un fragmento dice:

[…] todo es agua de cerrajas; no vale sus orejas llenas de agua; no sabe lo que se pesca; vale a peso de oro; tañida la campana; el tiempo doy por testigo; hombre medio mujer; la más cuerda de lana; quien ni se oyese ni viese; beber con guindas; lindo pico; tiene garabato; y un no sé qué; túvome por los cabellos; pertinaz; nasció en las malvas; habló por boca de ganso…

No sé las circunstancias ni el lugar exacto, pero en un mal día de principios del siglo xix, alguien confundió la magnesia con la gimnasia y donde debía decir cerrajas dijo borrajas. Es posible que esto haya sucedido en América, ya que la cita más antigua que encontré en la que ya se da la confusión, aparece en el Diario Oficial de México (7 de junio 1830). Poco después, vuelve a aparecer en un texto mexicano de 1833. En este año, Manuel Eduardo de Gorostiza escribió Contigo pan y cebolla, que en una parte dice:

Bueno, iré; pero lo mismo me ha dicho usted en otras ocasiones, y luego la tal felicidad se vuelve agua de borrajas.

Sería después que esta difamación llegó a España haciéndose presente en textos de fines del siglo xix. El golpe final lo asestaría la RAE, cuando en la edición de 1933 del Diccionario, aceptó agua de borrajas como sinónimo de cosa sin importancia.

Quiero creer que desde entonces… las florecillas de las borrajas tristes y avergonzadas, miran hacia el suelo.