Los charros gritaron y los mariachis… callaron

Por Arturo Ortega Morán

Las chivas futboleras vestidas de charro

Ahora sí que se “encabritaron” los charros. Acostumbrados ellos a someter briosos caballos  y vigorosos toros, ahora resulta que un rebaño de chivas brinconas literalmente se les pusieron al brinco y, sin más, tuvieron la osadía de retratarse vestidas con un remedo de traje de charro. ¡Qué irreverencia! La indignación de La Federación Mexicana de Charrería resonó fuerte en los medios y no se hizo esperar su enérgico reclamo al Club de Futbol Guadalajara por no haberlos consultado sobre cómo es que debe vestirse un charro, porque, según dijeron, el traje que usaron más bien parecía de mariachi.

¡Caray!, muchos de los que vivimos al margen de estos detalles del folclor mexicano, hasta ahora caemos en cuenta que entre mariachis y charros, hay un traje de por medio… bueno, aparte de que, mientras unos le suenan duro a guitarras, guitarrón, violines y trompeta; los otros se recrean haciendo florituras con la reata y toda suerte de faenas que demuestran su habilidad para dominar a los brutos… aunque, por aquello de las malas interpretaciones, mejor digamos caballos y toros.

Los charros peninsulares

Un poco de historia nos hace comprender estas desavenencias folclóricas. Desde muy antiguo, en España surgió la palabra charro, voz despectiva que procede del vasco “txar” (malo, vulgar), para nombrar a los labradores rústicos, principalmente de la región de Salamanca, que gustaban de vestir trajes muy llamativos. El exceso de adorno en el vestuario y su connotación despectiva, hizo también de charro un adjetivo que el diccionario define como: “Dicho de una cosa recargada de adornos, abigarrada o de mal gusto”.

Es interesante leer la descripción que de los charros salmantinos hizo Pedro Antonio de Alarcón en “Dos días en Salamanca”, texto que escribió en 1878:

Eran dos charros, quiero decir, eran dos soberbios ejemplares de la más peregrina singularidad social e indumentaria de esta tierra. Eran dos hombres colosales, hermosos, con aire de muy ricos, vestidos suntuosísimamente, con chaqueta y calzón corto de terciopelo negro y chaleco de raso azul, todo ello muy adornado de gruesos y pomposos botones de plata, y con unas camisas tan bordadas, rizadas y llenas de primores, que cada pechera representaba el trabajo de seis años de una comunidad de monjas. -Cualquiera de aquellos dos arrogantes y espléndidos rústicos habría sido llamado con razón El Rey de los Tíos… Y, en efecto, por su corpulencia, por su lujo y por su inocente y cómica ufanía, había en ellos mucho del pavo real.

Los charros mexicanos

Charro mexicano

En tiempos de La Colonia, los charros sentaron sus reales en los campos mexicanos manteniendo los signos distintivos de su vestimenta. Lo constatamos al  contrastar la mencionada narración de Pedro Antonio de Alarcón con la que de los charros mexicanos hizo Ignacio M. Altamirano en “El Zarco”, novela que escribió en 1886:

Era un joven como de treinta años, alto, bien proporcionado, de espaldas hercúleas y cubierto literalmente de plata. El caballo que montaba era un soberbio alazán, de buena alzada, musculoso, de encuentro robusto, de pezuñas pequeñas, de ancas poderosas como todos los caballos montañeses, de cuello fino y de cabeza inteligente y erguida. Era lo que llaman los rancheros un caballo de pelea. El jinete estaba vestido como los bandidos de esa época, y como nuestros charros, los más charros de hoy. Llevaba chaqueta de paño obscuro con bordados de plata, calzonera con doble hilera de chapetones de plata, unidos por cadenillas y agujetas del mismo metal; cubríase con un sombrero de lana obscura, de alas grandes y tendidas, y que tenían tanto encima como debajo de ellas una ancha y espesa cinta de galón de plata bordada con estrellas de oro; rodeaba la copa redonda y achatada una doble toquilla de plata, sobre la cual caían a cada lado dos chapetas también de plata, en forma de bulas rematando en anillos de oro.

Por la destacada participación que los charros mexicanos tuvieron en las luchas que forjaron nuestro país y por la exaltación que de estos personajes hizo el cine mexicano en la primera mitad del siglo XX,  la figura del charro fue adquiriendo prestigio a tal grado que se convirtió en un ícono de la identidad mexicana. Así la charrería pasó a ser el deporte nacional por decreto presidencial de 1933. Como parte de esta evolución, para el traje de charro se han creado, por parte de las Asociaciones de Charrería, ciertos estándares que definen cómo debe ser un traje de charro en la actualidad.

¿Y los “líderes charros”?

Esa es otra historia, allá por el año 1948, durante el gobierno de Miguel Alemán, hubo un líder ferrocarrilero llamado Jesús Díaz de León al que, por ser aficionado a la charrería, apodaban “el Charro Díaz”. Se hizo tristemente célebre por traicionar los intereses de sus representados y su mote pasó a ser adjetivo para todos aquellos líderes corruptos que para beneficio propio, se ponen al servicio de los oscuros intereses gubernamentales.

¿Y el traje de los mariachis?

Traje de mariachi

Por otro lado, los mariachis son músicos cuyo origen se remonta a épocas prehispánicas. Su nombre nada tiene que ver con la voz francesa “mariage (boda)”, como mucho se ha pregonado. En lenguas proto-náhuatl, la raíz “mari” está asociada al concepto de “madera”. De ahí, se llamó mariachi a las tarimas en que se bailaban primero danzas prehispánicas y luego sones mestizos. Sería después que el nombre pasó a los músicos que acompañaban dichas danzas. En El Diario del Hogar, del 11 de enero de 1891, encontré unos versos que refuerzan esta propuesta:

La feria está muy lucida,

con sus fandangos y juegos.

Las tarimas del mariachi

refuerzan el zapateo,

que al compás de las guitarras

está repicando el pueblo,

ya baile el dulce jarabe

o alegres sones costeños

La vestimenta original de aquellos mariachis, no era diferente a la del resto de los campesinos, que vestían de manta y huaraches cuando bien les iba. Fue también hasta la primera mitad del siglo XX, cuando los mariachis, al convertirse en figuras de identidad nacional, para verse más presentables se vistieron de charros y ahí está el punto. Al no ser regidos por las Asociaciones de Charrería, su vestimenta no se ha sujetado a los recientes estándares establecidos y sus colores y formas han evolucionado con más libertad.

Conclusión

Aunque, en su origen, el actual vestuario de los mariachis es un traje de charro, estos no se sometieron a los estándares que después fueron fijados por las Asociaciones de Charrería. Esto explica que ante la pretensión de las chivas futboleras, de retratarse vestidas de charro, estos hayan puesto el grito en el cielo y mientras tanto… los mariachis callaron.


11 comentarios on “Los charros gritaron y los mariachis… callaron”

  1. Carmen González dice:

    Totalmente aclarados los dos conceptos. Creía que era n lo minmismo. Enhorabuena por los ilustrativos artículos…Gracias !

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  2. Anónimo dice:

    creo falto al presidente aleman….al que se le atribuye en si la creacion de MARIACHIS como grupo musical…..como folcklor turistico….tomando parte de la vestimenta descrita

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  3. Excelente artículo, don Arturo, y muy actual. Yo también creo que las Chivas y Vergara se pasaron de lanzas.

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  4. Remigio Sol dice:

    Extraordinariamente interesante.

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  5. Arturo dice:

    Arturo Ortega
    Como siempre, tus comentarios muy culturales y amenos.
    Sakudos

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  6. León Torua dice:

    Pues por nada se «erizan» estos disque charros. Ya que ni siquiera son los autores. Mal dejan a los que realmente llevan lo nuestro al mundo entero. Si yo fuera mariachi me encabronaria por esos que se quieren apropiar de lo que es de todos

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  7. Jesús Campos Llavot dice:

    Abundando sobre estas palabras he aquí una obra poco conocida: «ORIGEN E HISTORIA DEL MARIACHI» escrito por Hermes Rafael, Editorial Katún, S. A., 2a. Ed. 1983

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